lunes, 16 de octubre de 2017

Nº 6: PALABRAS TODAS




15 de octubre de 2017.

Queridas Palabras:

Las descubrí en la inocencia de mis días, cuando la niñez me rozaba las venas; ahora son ustedes las que corren en ellas, sin quererlo me llevan la sangre al corazón, sin quererlo me perseguirán hasta siempre.

Ustedes, han sabido mantenerme en la finura de estos tiempos y a veces (siempre) me alejan un rato y me consigo en los sueños del pasado, recobrando imágenes que son letras. Ustedes me devuelven la vulnerabilidad a las pestañas a cada rato, cuando recuerdo el amor y lo vivo de frente, cuando en la calle me saluda el viento o cuando temprano mi hogar me arropa en su inmenso cariño. No lo sé, pero ustedes, las palabras, son lo único que mejor conozco, lo que me pone en real contacto con lo que sé que es vida.

Me parece egoísta pensar sin ustedes, no saber de facto que luego de todo el pensamiento y el bululú, ustedes no estarán ahí esperando que las explaye en una hoja, o dos, o en el táctil de mi teléfono. Sinceramente, no sé de un reloj donde el minutero no lo lleven las palabras. ¿Qué era yo antes de escribirlas a cada rato?

En mi atrevida relación con ustedes, también he sabido dejarlas, he aprendido muy torpemente a seguir el camino sin tenerlas al lado. Debo admitir que fueron momentos de total miseria, me ahogué el pecho cuando las dejé en el carril solas. Pero incluso a pesar de eso, nunca he sido capaz de olvidarlas; siempre termino regresando, véanme ahora que les dedico esta carta.

Palabras mías, nunca dejen de volver, nunca acaben por retomar su camino hacia mis yemas, mi mirada, mi ser. Nunca permitan que respire sin soltarlas a ustedes de primero, que marche con la música sin ustedes de fondo. No se destierren jamás de mí.

Amigas mías, creo ahora que no les he dicho que me han enseñado a caminar mejor. Ustedes han acarreado una comparsa de descubrimientos, como cuando veo la luna y luego se convierte ella en un poema; como cuando lo veo a él y le conozco las tildes, las comas y todísima la composición; como cuando observo a mis padres y quisiera escribir una novela entera, sin pausas y con amor extremo. Como cuando me creé un universo paralelo y ahora no entiendo los demás. Así de foránea y al mismo tiempo propio me siento gracias a ustedes; pertenezco al no hacerlo.

Queridas, cuando hago uso de ustedes, la mayoría de todos los días, me renuevan el alma, hacen de los días difíciles un propósito para continuar, son capaces de colmar las raíces de mi huerto con entera fertilidad.

Nunca me dejen, la locura no me sienta bien, me rompe rápido.

Aquí continúo yo, con ustedes como un tatuaje en la piel, como un hábito casi religioso.

No sé otra cosa sino ustedes conmigo aquí, ahora y después.


Siempre suya, María Isabel.

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