lunes, 20 de junio de 2016

ETAPAS DE UNA (re) EVOLUCIÓN



Sí, las imperfecciones existen, están regadas por toda nuestra existencia. Son todo aquello que nos quita (muchas veces) el sueño y que desesperadamente nos pone en cuestión ante la sociedad, pues ésta no recibe bien las imperfecciones; todo lo que no es simétricamente perfecto, en un mundo simétricamente imperfecto, es un error y por eso hay que cambiar. ¡Ya va! Vamos a revolucionar esto un poco.

A medida que yo iba creciendo, como estoy segura a muchos les ha pasado esto, (si esto no te paso, puedes continuar leyendo, para que conozcas otra historia) el proceso de crecimiento no fue un camino tan fácil como muchas veces parecía ser desde las paredes de la privacidad que uno mismo crea. Ese crecimiento se sentía incomodo, puedo llegar a decir que no lo disfrute y que no quisiera volver a esa etapa de nuevo. Empecemos explicando la primera etapa, ésta vamos a llamarla: “incomodidad”.

“Incomodidad” se manifestó durante la mayoría de mi estancia en el colegio. Primaria fue cool los primeros tres años, la gente todavía era un poco humana a tan corta edad. No sé qué sucede pero a veces al crecer esa humanidad se separa de nosotros y nos convertimos en una basura social. Entonces ¿Ya más o menos se imaginan? Sí, school sucked the next few years.

"Está bien seguir creciendo"
Las cosas internamente, en este punto, no iban bien. Pase de ser mi mejor amiga, a ser la sombra más triste que me acompañaba. Creo que pesimista es el mejor apodo que me puedo conseguir para esa época. Todo iba mal, por lo menos socialmente. Del otro lado del charco, en mi casa, había exceso de entendimiento y amor. Hubiese deseado que en colegio las cosas fluyeran igual. Pero no importa, la fuerza se obtiene desde los momentos más débiles.

Pasaron los años y continuaba creciendo; se manifestaban cada vez más cosas y con cada manifestación, una explicación de mi parte. Los cuestionarios, debates y reuniones “para tu bienestar” fueron construyendo el resto de mi vida como una puberta. Que de pubertad no tuvo nada, fue todo un crecimiento casi obligatorio, se me exigió ser madura, antes de siquiera poder saber que era un reflejo sano en el espejo. Pero calma, no vayamos a llorar. De eso hubo suficiente. Créanme que sí.

Esta obligación prematura fijo mis primeros años en el colegio. Luego llego un cambio de camisa y obligaciones y ahí… pues ahí empieza otra etapa. La llamo “rechazo”. Cabe destacar que ambas vienen de la mano y ahí es cuando tratas de amoldarte al lugar y dejas de aceptar tus imperfecciones y buscas tu reflejo en la sombra de alguien más. Rechazas toda tu existencia, no hay cosa que no quieras cambiar.

Ok, entonces “rechazo” comienza en bachillerato. Este periodo para muchos es lo más hermoso, especial e inolvidable que puede existir; las películas se encargan de eso, de mostrar escenas casi irreales, donde la secundaria es el motivo para escribir sonetos llenos de abrazos, amistad e integración. Para a esta película obviamente no fui invitada, but that’s ok, preferí aprender de otros géneros cinematográficos, que calarme otra chick flick más. Para eso hay #NetflixAndChill y un montón de páginas con virus, para que puedas ver esas pelis “integradoras”.

"No te veas a través de sus ojos"

Esa palabra… integración. ¿Qué es eso? Querido bachillerato ¿Tienes un ejemplo? Es que de verdad que no entiendo bien esa expresión. Adivinen porque ¡Tin, tin, tin! Sí, eso tampoco supo accionar la gente con la que convivía diariamente, pues necesitabas ser un robot (literal) para poder encajar y ser considerado “friend material”. Quise tirarme una de Robin Williams en: El Hombre Bicentenario (donde curiosamente es un robot)  pero mi presupuesto no me daba. Too bad for me.

A lo mejor todo esto sonará súper “pobre de mí” pero no es así, es que simplemente este blog es mío y expreso lo que quiero y pues hoy me dio por contarles esta historia. Así que sigamos con esta travesía, a lo mejor te ayuda y quien sabe… incluso te puedes relacionar o mejor aún,  saber qué hay del otro lado de la moneda de aquel que comparte contigo un salón y así aprendes a no juzgar tanto y simplemente dejar vivir.

Entonces ¿Dónde me quedé? Aja, seguimos en la etapa del “rechazo”. Bueno esta fase fue de la más eterna diría yo, no fue la peor, pues en “incomodidad” pasaron cosas más intensas, que no vienen al caso, porque hay que mantener la privacidad, pero si parecía que los años de bachillerato nunca acabarían. Que los rumores no cesarían y que las suposiciones y el aislamiento jamás se irían. No fue fácil para mí pasar por tres años con camisa azul y dos con camisa beige. De paso que los colores no me favorecían.


"Se lo mejor de ti. La vida es corta. Haz lo máximo"

Entre toda esta controversia, obviamente se encuentra el hecho de no tener mucha gente con la que compartir ciertas experiencias y eso es como una pila, tiene dos lados: uno positivo y otro negativo. Por el lado nice, tenemos que aprendí a valorar muchísimo más a mi familia, pues para ellos no existen los estereotipos. Ellos siempre estuvieron. Y bueno por el lado negativo, ya ustedes saben, el mismo bla bla bla de siempre: las fiestas a las que no fui, los amigos cool que nunca tuve y por supuesto el bendito noviazgo de novela juvenil que ¿Guess what? Tampoco pasó, pero #PaLante.

En el intermedio de todo esto logré una que otra amistad que hasta el sol de hoy se mantiene, gente que prueba que no son robots como yo pensaba.  Logré también valorar más lo interno que lo externo; que el dinero es solo una excusa ante los maravillosos momentos que la vida te regala con un simple minuto de risas y tertulias infinitas. Ahí donde el poder adquisitivo no tiene entrada, pues en la vulnerabilidad todos somos igual de humanos. Así también, entendí que mi historia en esta etapa no debía ser perfecta, pues ¿Cuándo es la vida completamente así? De las imperfecciones se obtienen los regalos más bonitos, pues aprendes a estimar aquello que a lo mejor otro quisiera, pero no tiene.

“Rechazo” terminó exitosamente, bueno… solo al final tuvo esa virtud. Me gradué y fui la persona más feliz de todo el universo. En el instante que me di cuenta que no tendría que volver a pasar por un pasillo lleno de miradas intensas, de divisiones sociales y de ese poco agraciado uniforme, de verdad casi fui capaz de pararme en el medio del escenario durante la ceremonia de graduación y gritar:… no, no, por aquí no decimos esas cosas. Yo les dejo a la imaginación lo que pude haber dicho o hecho, simplemente imagínense de esas escenas de donde el más “tranquilo” toma la batuta de su instante y se vuelve irreverente y no le importa nada. Creo que tampoco lo hice por mi filosofía de películas que les contaba arriba: quédate con otros géneros,  nada de chick flicks.

Entonces esto se acabó, decidí clausurar esos once años de etapas, fases y mucho protocolo y empezar a conocerme. Empezar a analizarme y aprender de todo aquello que alguna vez fue una pesadilla. No me tomó mucho tiempo dedicarme un poco a mí, pues es como cuando aprendes a usar algo y te encanta y no quieres dejarlo ¿Qué mejor vicio que comenzar a quererme?

"Todo estará bien pronto, solo espera y no te preocupes tanto"

Sí, obvio a quererme. Porque en el medio de todo aquello que les conté, había una negación interna muy profunda. Nadie me juzgaba mejor que yo misma. Nadie sabía apartarse mejor que yo. Pero admito que no todo fue mi culpa, porque eso de obligarme a madurar antes de tiempo si tuvo demasiado impacto ante lo que el espejo decía de mí, porque en realidad no fue maduración sino una excesiva obsesión a cambiarme, y yo traté y traté pero es que es imposible hacerlo porque uno no cambia, uno evoluciona. Uno se transforma en una mejor versión de sí mismo, o por lo menos trata, y eso, lamentablemente, no lo entendía mucha gente, empezando por mí. Porque si la semilla la puso otro, yo dejé que creciera el árbol y sacara raíz; yo misma la regaba, en vez de haber cortado el tallo apenas empezó a florecer. Pero ¡hey! Uno no tiene un Delorean ni para el futuro y mucho menos para el pasado. Así que simplemente toca aprender.

Luego de esto, de empezar a entenderme y conocerme un poquito, empezó una etapa que me tiene encantada, una donde la libertad no tiene precedentes. Esa de la que te hablan, pero que, a veces, parece muy lejos. Ésta nueva fase se llama “cambios”. La depuración en este proceso es clave, hay que limpiarse completamente de todo aquello que antes te hacía sentir miserable e incompleto. Depurar es un término muy de doctor, vamos con una mejor: Purificar. Mejor. Me he purificado.

Así como limpias también tienes que empezar a agregar cosas nuevas; toca salir un rato de tu zona de confort y enfrentarte al mundo. Parecerá muy cursi pero yo creo que por lo que ya les he contado, me entenderán. Yo comencé por agregar amigos a mi receta de vida. La amistad y camaradería para mi han sido espacios muy difíciles, y no por mi precisamente, sino porque el otro lado siempre parecía estar en un eterno concurso de talento. Eran como si todos hubiesen tenido un botón, tipo The X Factor, y a la primera de un intento: ¡Next! Oye que mala educación la de la gente, pero no importa porque dejé a los mal educados para conseguirme gente tan sencilla, humilde y humana, que parecen irreales.

Aquí nuevamente me di cuenta de algo que siempre he tenido muy claro: la gente no nace, la gente se hace. Tus papás pueden ser presidentes, abogados, ingenieros o incluso artistas, pero si en ti no enfundan un toque de humanidad, respeto e integración, usted no es gente. Porque a pesar de que tus padres te crían y te enseñan, uno también es un ser autónomo y podemos decidir sobre nuestras acciones, y si eliges no ser gente, pues no lo eres y ya. Too bad for you.

"Y esta es la parte donde descubres quién eres"
Otro elemento clave en todo esto: la felicidad. Este es un principio algo complicado, porque no se llega a la felicidad a través de métodos ortodoxos, es un proceso intrapersonal y con una profundidad increíble. Cuando se es feliz, se es uno mismo. Estoy satisfecha y complacida con el granito de felicidad que tengo ahorita mismo, incluso ahora mientras escribo esto que ahora tu lees. Porque en otro momento, circunstancia o etapa, no hubiese sido capaz de expresar esto. Ser feliz es mi mayor gratitud.

¡Este cuento si ha sido largo! Según el contador de caracteres llevo: 1811 palabras entre todo esto que les conté ¡Vaya lata! Pero este espacio lo creé principalmente para no limitarme, para no crear divisiones sociales o fronteras personales, esto que leen es la mayor representación que les puedo dar de la etapa de “cambios”, pues todavía no ha acabado, sigo en un eterno proceso de aprendizaje, amor, respeto y comprensión. Sigo en la búsqueda de no cometer los mismos errores que una vez cometieron conmigo. Continúo escribiendo el mejor conjunto de momentos y experiencias.

En definitiva, el proceso de evolución (no cambios, evolución) sigue ahí, a flor de piel y en constante inversión de canales, para bien o para mal. Uno permanece en un continuo aprendizaje, tanto personal como colectivo. En fin, mi vida se encuentra en una cúspide, a lo mejor efímera, pero cúspide al fin. La sigo admirando desde mi más profundo orgullo. Hacia mi obviamente, porque los demás, los chimbos de la historia, a ellos solo les admiro las ganas ¡Porque hay que ser bien ladilla para tratar de bajar a uno de su nube personal! Ups… sé que dije sin groserías, pero es que ¿Cómo se los explicaba mejor para que entendieran? Ahora ya no necesitamos más explicación, sino seguir viviendo y dejando vivir.

P.d: Vive tus imperfecciones, ámalas y sobre todo respétalas. NADIE puede apreciarlas mejor que tu, y está en ti llevarlas con orgullo. No dejes nunca que ninguna persona, a parte de ti, dictamine por donde debes o no caminar. Se tu mismo, siempre. No a todo el mundo le agradará eso pero ¿Tu naciste para vivir a las expectativas de otros? Jamás. Vive, y hazlo con la mayor plenitud.


Xx, M’s

SIN PENA NI GLORIA


Yo creo que la gran mayoría de la gente que me conoce sabe que me he convertido en una fiel defensora del género femenino, no que antes no lo fuera, pero creo que ya no callo ciertas cosas y ésta, en definitiva es una de ellas. Quedarme callada ante injusticias, de cualquier índole,  se me hace una tarea difícil.

Es así como, hace ya un par de semanas mientras rondaba por mis redes sociales, me encuentro con un artículo que hablaba sobre un caso de violación en la universidad de Stanford en California. Al leer el escrito completo, la sensación que tuve fue extremadamente desagradable. ¿Por qué? Muy simple, el bastardo (el violador), Brock Turner, fue sentenciado solo a seis meses de cárcel debido a que el juez que lleva el caso   consideraba que más tiempo podría ser “perjudicial para las condiciones del acusado”.



Dibujos de la artista visual peruana María María Acha-Kutscher en representación a la lucha contra los actos de violación, a través de los años, por parte de las mujeres

La sentencia me produjo una agitación indescriptible, más que injusta me parecía mentira. Parecía sacada de una película donde al juez le pagan por dar una sentencia volteada o peor aún, falsa. A pesar de todo, no me parecía extraño todo lo que leía, pues las violaciones y la denigración femenina son realidades muy tajantes y constantes.

¿Cómo se esto? Sencillo, si colocamos un sistema de medición, encuestamos al público y les damos dos posibilidades: es culpa de la victima/es culpa del violador. Los resultados serían muy exactos y habría una mayoría considerable ante la opción número uno: es culpa de la victima.

Parece increíble considerando que vivimos en un mundo “más amplio” pero estos resultados no los formule yo deliberadamente, son respuestas que marcan las paredes de la sociedad en donde vivimos. De aquella sociedad que habla del respeto, pero no lo practica. De aquella que profesa su admiración ante las mujeres, pero “fue su culpa por haber tomado tanto ese día”.

¿El tomar más de lo debido me hace calificada para una violación? ¿El que mi cuerpo se encuentre en un estado de inconsciencia te da el derecho a ti de atacarme sexualmente? ¿Acaso soy yo un juguete sexual? Estas preguntas no son capaces de simplificar el peso que tiene la cultura de violación en nuestro día a día.

Yo traté de imaginarme la escena de esa chica, inconsciente, sin ningún poder sobre las respuestas de su cuerpo y la hostilidad y autoridad que el bastardo tuvo que haber ejercido ante ella. Me lo imaginé y no quise imaginármelo más. Porque ¡Ya basta!.


"Los violadores violan gente no atuendos"

Basta de injusticias e impugnaciones ante el respeto, la humanidad y la integridad de las victimas de estos ataques. No deseo vivir en una sociedad que tolere el maltrato femenino de cualquier tipo, que permita la acción de bajezas tan grandes como es la de este caso y la realidad que viven mujeres alrededor del mundo, donde se nos trata como objetos y no como seres pensantes. Donde el ser hombre es un privilegio y el ser mujer una desgracia.

Donde se permita crecer en un hogar en el cual la mujer es minimizada y el hombre magnificado. Uno donde un padre haga pública una carta de “indignación” ante la acusación que se le hace a su hijo por unos simples “minutos de diversión”, tal como es el caso del padre de Brock Turner. Uno donde las agallas no tienen limite.

Definitivamente me sigue sorprendiendo la inmoralidad ante estos casos. Porque ante los ojos del mundo y sus encuestados, como lo mencione arriba, es la victima quien tiene la culpa, es ella quien siempre se pasa con las copas y quien debería ser más cuidadosa con sus decisiones. Porque definitivamente el género siempre tiene más peso que el mismísimo acto de sentencia ante la vejación humana, como lo es violar las decisiones de alguien ante su cuerpo. Porque según las estadísticas siempre seré yo y no el.

Ya que fue ella quien no grito lo suficiente para que no la violaran o peleó lo suficiente para que no la tocaran, porque ¿Qué hacia ella ahí? ¿Por qué no estaba en su dormitorio leyendo o durmiendo? ¿Qué hacia disfrutando de una noche de fiesta como cualquier otra, donde la bebida es solo eso y ni el combustible para que la violen?

 Preguntas nuevamente complicadas para las estadísticas, las cuales la sociedad todavía no está preparada para responder, pues no todos saben el concepto de defensa de género y mucho menos el de respeto. Seguimos viviendo en un mundo con muchas preguntas y pocas respuestas. Qué triste, que triste para mí y para ti. Para mis hijos y los tuyos. Para la sentencia de seis meses de Brock Turner y la sentencia de por vida de su víctima.

"Sobreviviente"

Este caso y todo lo que conlleva, es un ejemplo perfecto de que las violaciones son un tema a flor de piel. Es una incisiva verdad ante la cual miles de mujeres, en todo el mundo, viven. Donde su cuerpo es simplemente eso, un cuerpo. No existe más ante los ojos de aquellos monstruos que toman su integridad sin permiso y que se hacen llamar humanos, cuando en ellos no existe humanidad, pues en ellos no hay vida. Qué triste existir y no tener vida. Que hipocresía.

Qué triste que la lucha siga siendo minoría y no una mayoría necesaria, un mundo lleno de irrespeto e impulsos, es un mundo muy basura. Qué lamentable que estos actos sean considerados comunes, como si se tratara de cotidianidades como caminar o respirar. Como si fuese una mentira o excusa más para ser consideradas débiles o peor aún las causantes del ataque.

A pesar de las suposiciones o pensamientos colectivos, todavía existe una luz después de este túnel tan asqueroso, pues ante todo la mujer sigue siendo un fidedigno ejemplo de fuerza, pues en nosotras existe humanidad y representamos vida. Somos todo aquello que ni Brock Turner, ni su padre ni ningún otro bastardo son. Somos valentía y resistencia. Somos una fuerza real y tajante. No somos un juguete, ni unos minutos de entretenimiento ni mucho menos un producto. ¡Somos nosotras siempre! Pues yo no le pertenezco a nadie más que a mí misma.


"NO a la violaciones"
En definitiva la persona capaz de cometer un acto de violación, maltrato o vegación ante la mujer es un bastardo sin gloria ni pena, ni pena ni gloria. Es un cuerpo pero sin alma, es un hombre pero sin agallas, es simplemente una firma para su acto: un violador. No existe más para él. No hay más que pueda describirlo. 

Pero si hay más que se puede hacer para que no exista ni una violación, maltrato o vejación más. Para que existan más hombres y menos bastardos. Para que existan mejores historias y menos sentencias. Para que tú y yo podamos ser uno, pero un uno donde yo no me sienta obligada o maltratada. Un uno donde exista armonía y respeto. Donde yo sea yo y tú sea tu.


Todo viene de la mano de cada uno de nosotros, de todos lo que conformamos esta sociedad que se mancha con la injusticia y el irrespeto. Está en nosotros poder transformar este triste ejemplo en una oportunidad para hacer las cosas mejores y demostrar que la culpa no es mía, ni tuya, sino de aquel que solo busca unos minutos de placer.  Está en el respeto y conciencia de todos poder acabar con la cultura de violación.


Xx, M's